definitivamente, vos tenés un problema. pero, epa, no te pongas mal. yo también tengo un problema. VOS. no te tolero. no tolero a la gente incompetente, maleducada, papanatas e insolente como vos.
ignorante.
estúpida.
otro pedazo de mierda, mejor dicho.
¿y sabés por qué sos así?
porque tenés suerte. porque no encontraste a nadie que te ponga en tu lugar. pero, en tu caso, la suerte es como los males, no te va a durar cien años.
porque te encontraste conmigo. es más, te metiste conmigo.
por eso, vine a decirte que renuncio.
no me mires así. y no... no. no me salgas con el cuentito mediocre de que soy poco profesional y no te di, no sé cuántos días para que busques un reemplazo. ¿sabés por qué? no tenés tiempo. porque, viniendo para acá, pasé por la carnicería que está a dos cuadras de casa, ésa donde trabaja el carnicero que me quiere levantar. y lo endulcé, lo empalagué y ¿adiviná? me prestó un cuchillo, filoso y contundente, "para que lo use en casa"... y todo esto, porque ayer, querida, no tuviste suerte. porque buscando consuelo y olvido en una película justo enganché Sweeney Todd.
pero lo pensé bien. un cuchillo y vos cortada en varios pedazos sería mucho enchastre. mirá las alfombras, mirá las paredes blancas. no... no valés la pena. en serio, lo pensé mejor.
y me miré las manos. me gustan mis manos. me tiemblan bastante, pero me gustan. no son comunes, no son ni de hombre ni de mujer. tienen el color delicado de la piel de los gringos que heredé de mi ramal paterno, pero también tienen muchas cicatrices. me gustan las cicatrices. y también tiene fuerza. la fuerza acumulada de la impotencia y de la ira que me provocan tus desplantes de insulza, de ignorante, de caprichosa. y sí, voy a usar mis manos. para probarme a mí misma que lo que vengo advirtiéndoles a mis psicólogas, hace muuucho tiempo, eso de que siento que podría matar sólo con la fuerza de mis manos y el filo de mis uñas, es verdad. y las voy a usar en tu garganta. quiero ver cómo luce tu cara cuando queda violeta. quiro saber si podré apretarla tanto hasta hacer que te salga la lengua. quiero ver como ya no vas a tener el mismo rostro de huelemierda cuando se te dilaten los ojos.
¿qué pasa?
no pongas esa cara...
sí, sí... ya estaba en mis planes el hecho de que sos tan taradita que no observaste que tengo guantes, cuando afuera está tan cálido. pero, si hace que te sientas mejor, no esperaba que lo notes. porque, ¿quién se va a imaginar que te voy a arrebatar el poco aire que te sube al cerebro?
no... no te gastes en probar la puerta. la cerré y, si me mirás... bueno, no me vas a mirar porque estás gritando cómo una loca. pero acá tengo la llave, así que no la vas a poder abrir a menos que lo haga yo. y no lo voy a hacer...
no... no te resistas. va a ser más difícil para las dos. sí, te aseguro que esto me duele más a mí que a vos. aunque al decirte esto no pueda reprimirme esta carcajada de idiota. no me arañes... te advierto: sofocarte, ver cómo luchás deseperada por retener ese aire que cuando lo tenías lo usabas para humillar a las personas, me genera demasiada adrenalina. de todas formas, antes de que te abandonen los últimos hálitos de vida inservible que te quedan, cuando todavía sientas dolor, sí voy a usar el cuchillo para cortarte los dedos. porque quiero ver cómo te duele el doble, porque no te queda aire para gritar de dolor, ni fuerzas para evitar que te siga lastimando...
ah, mientras todavía podés prestarme atención y antes que lo olvide: ya envié mi telegrama.
y bueno...
lo hubieses pensado antes.